Te presiento, Señor, aquí en mi casa,
guiándome en la vida cotidiana
y en la cruz que hacen mis dedos
sobre la frente cansada.
Está tu mano, también, en mis cabellos
cuando bendice mi reposo en la almohada.
Sobre mis manos está tus manos santas.
Sobre mis ojos siento tu mirada.
En mis pasos, tus livianos pasos
y en mi pecho de madre está otra Madre
para acompañarte cuando me acompañas.
En la voz de mis hijos, está el hijo
que vuelve hasta mí pidiendo abrigo.
En el silencio de la casa y su bullicio.
En la mesa sencilla de los días.
El vino, el pan y el agua:
«la sagrada familia».
Y en el altar resguardado de mi alma
eres fuego y presencia. ¡Eres Luz en mi vida!
Te espero aquí, en mi casa; la puerta siempre abierta.
Si la noche se apaga, yo, te espero despierta.
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María del Carmen Rourich de Navoni
Publicado Página Cultural Diario «La mañana»
Victoria (Entre Ríos)- Argentina- 29-12-2003